Flamencos

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Quizá mañana ya no estarán deleitándonos con sus rosados cuerpos. Tal vez algún día intentaremos llenar espacios vacíos en los que había mucha vida. Todo concluye y también todo renace y nada de aquello que un día disfrutamos será visto con los mismos ojos. Flamencos, ese nombre que nos recuerda a música y a alegría. A sorpresa y también a decisión porque envuelven ese halo de singular belleza que no tiene copia. Pero el hombre se empeña codificar la belleza. En conservarla y no hacerse cómplice de ella porque en sus mentes solamente se albergan palabras como poder, ambición, riquezas y sin embargo todo eso ya nos viene dado desde la misma naturaleza. Color rosa y largas patas sobre los espacios acuosos de las marismas o los verdes jardines son una diminuta muestra del poder de la vida en sí. De la ambición de preservar ese tesoro y dela riqueza de de la oportunidad disfrutar de un lienzo inenarrable de la misma Creación. Miremos más y enjuiciemos menos porque es mucho más sencillo que crear laberintos y amurallar sensaciones. Todo está ahí.

Orgullo cultural

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La cultura es el documento de identidad de un país y de sus gentes. Miramos hacia los lados y nos sorprendemos de muchas cosas que nos parecían tan lejanas que ni el tiempo ni las personas hemos sido capaces de borrar. Se suele decir que los mejores libros, las obras maestras están siempre colocadas en los estantes más altos para que nadie ni nada pueda arrebatarles su singular belleza. Cada país debe sentir orgulloso de sus raíces. De los pasos que han ido creando ese orgullo cultural que hace inmortales sus signos de identidad. Hoy todo sobra y de todo nos burlamos pero esos eslabones que intentamos anular de la cadena de vida de un país, de una época o de una moda son los cimientos en los que se basa su respeto y admiración. Quemar los libros porque sí es una reacción de cobardes. Un país en guerra puede cometer las mayores atrocidades con sus adversarios pero la herencia cultural no corresponde a aquellos que se ven atacados. Es patrimonio de la humanidad su conservación ya que quienes los escribieron grabaron a fuego la historia y la cultura de dicho país. Triste ver la locura del hombre cuando se pierde la razón y todo lo demás. La humanidad pedirá cuentas a aquellos insensibles que procurar anular las culturas anteriores en forma de venganza. El orgullo cultural no tiene color ni idioma, únicamente presencia y legado. Todo lo demás es barbarie y falta de moral. ¿Qué dirían Dostoyevski, Tolstoy, Gaudí o Cervantes, y todos aquellos nombres sin los cuales gran parte de la historia del mundo sería inenarrable. Arreglemos nuestros odios con la palabra y no con las armas y la destrucción.

Olfateando la hipocresía

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Detrás de esta ventana veo pasar la vida. Con sus vaivenes sobre las olas del mar y presiento que no hay ni habrá nada más bello y sincero que este atardecer. Hemos edificado nuestra existencia a lomos de la hipocresía y a pasear de ello nos vemos seducidos por la de los demás. Sin quererlo, pero haciendo oídos sordos de tantas cosas que nos alertan y nos conducen a vertiginosos acantilados. Estamos cambiando el ciclo de la vida sin apenas darnos cuenta y lo que es más grave todavía «estamos cambiando» a la propia naturaleza humana. El viaje de Alicia al país de las maravillas se ha quedado tan atrás que ni tan siquiera podemos encontrarnos con esa razón por la que nuestra brújula se ha vuelto loca. Y olfateo la hipocresía en cada esquina, en cada noticia, en cada actuación del ser humano porque nada encaja y todo se diluye. Desmerece ante nuestros ojos la sabia naturaleza que de por sí se ve amenazada por ideas desnortadas que quienes dicen ser y poco son. Las espumas de la playa que contemplo desde la ventana son directrices de un vaivén que no se corrompe y que todo lo hace bello. El sol se recoge temprano en estos día fríos de febrero que se lamentan de nuestras disciplinas pero que albergan esperanzados las nuevas sonrisas de la primavera.

¿Porqué estamos matando el amor?

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Amar es la experiencia más grande que la humanidad puede experimentar y sin embargo la estamos matando. «Donde hay amor hay vida, pero que lejos estamos de esa reflexión» ( Gandhi). Cada día son más las mujeres que son maltratadas y asesinadas por las manos de quienes un día les prometieron tanto amor y ahora sienten el impulso de hacerlas víctimas de sus fracasos. En nuestra existencia no hay una sola realidad. Existen múltiples realidades pero ninguna de ellas puede ni debe considerarse peor que las demás. No hay un único mundo sino muchos mundos y todos discurren en paralelo. Cada mundo es la creación de un individuo. Una relación puede llegar a ser una gran maestra siempre que estemos dispuestos a aprender de ella. Pero hoy no hay tiempo para aprender, solamente para acelerar nuestros objetivos y convertirnos cada vez más en islas aferradas a las tecnología sin espacio ni tiempo para crear vínculos de amistad y de cariño. ¿Porqué estamos matando lo que amamos? Cualquier ser vivo necesita amor y sin embargo nos obcecamos en hacer la guerra, eliminar a las especies y construir barreras infranqueables entre los pueblos y las personas. ¿Estamos creando un mundo justo? Nadie sabe hoy muy bien qué es justicia porque no interesa que los demás nos digan como ser. Pero que la moda sigue existiendo y continuamos olfateando la hipocresía en esta sociedad de la oferta y la demanda. Sin que sirva de precedentes y para no aguarle la fiesta a nadie que pasen un feliz día de San Valentín, aunque no nos amemos.

Heladas

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Tiempos de frío y de hielo que va abriéndose paso entre la turbulenta actualidad que muchos ven muy lejana y sin embargo nos pisa los talones. La naturaleza no avisa únicamente se insinúa a medida que vamos haciendo con ella lo que se nos antoja. Muchos son los que se apoderan de sus riquezas de forma egoísta y otros sin embargo almacenan esperanzas para hacerse con un lugar en esta tierra que es de todos. No hay equilibrio y sí mucho imperialismo político provocando miedo y desazón. Heladas están las cumbres a los pies del Teide vestido de blanco que trata de tapar su enorme cabeza con las divertidas nubes de este febrero loco con olor a fiesta y diversión. No estamos solos porque el mundo sigue girando entre tanques de guerra y magnicidios estructurados por el afán de poder. ¿Qué quedará después de todo esto? El hielo se derrite y afloran las acciones, los restos de lo que tuvimos convertido en agua porque esa es su misión. ¿Sabremos entonces reconducir a la quebrada sociedad desde la ventana del recuerdo? Siempre hay un primer paso para iniciar el camino.

Pausa

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Sentir la vasta quietud del aire cuando parece cubrir la tierra nos proporciona la llave para explorar dentro y fuera de nosotros. Olfateamos a diario la hipocresía de quienes dicen llamarse auténticos y sin embargo arrastran con sus pies todo un lo falsas voluntades y aptitudes incoherentes. Se aferran a las normas que afectan a muchos y no admiten comentarios ni censura. Se busca desesperadamente la fórmula mágica que haga retroceder una guerra sin final donde muy pocos son los que se dan cuenta de hacia donde se dirigen. Mientras la torpeza humana siga debatiendo en congresos e interceptando la información de lo que acontece los raíles de este tren se va a ver afectados no demasiado tarde. Pausa, ese segundo de esperanza que si la humanidad quisiera podría suponer la revalida de lo que hasta ahora hemos hecho de manera decepcionante, porque la inteligencia es el cuestionamiento del método y la sabiduría no es una acumulación de recuerdos sino una suprema vulnerabilidad a lo verdadero. ¿Qué hacemos mientras? Muy poco se evidencia de lo que se podría y demasiado se ignora de aquello que poco a poco nos va matando. Pausa entre el equilibrio y la razón para saber postergar esas malas actitudes de las que el hombre tantas veces presume sin tener ni idea de ello. Pausa, bajo la quietud del aire cuando parece cubrir la tierra que nos proporciona la llave para explorarnos a nosotros mismos. Sin esa razón seguimos perdiendo.