
Porque nada me hace cambiar de pensamiento. Hoy todo es un teatro en el que la gran mayoría solamente viven para derrotar a quienes no piensan igual que ellos. Una vez está cogida la sartén por el mango creerse invencible es lo que más gusta. Metidos de lleno en este duelo ecológico en el cual todos vamos a pagar un impuesto muy caro ya se rifan los puestos al hemiciclo a base de empujones, malas praxis por falta de dignidad y cordura para hacer caer al que se ponga delante. Igual que los peces de colores que solo tratan de abrirse paso entre el agua para hacerse con la mayor carnaza. Indiscutiblemente ya no es tiempo para arrepentimientos ni tampoco para perdones disfrazados. ¿Quién sabe lo que a partir de hoy se espera, porque vendrá con más promesas redactadas al aire y engañosamente peligrosas que harán confundir a muchos y reivindicarse a otros que ya hace tiempo no son bien recibidos. Solo faltan las papeletas que nos provocan a cumplir lo que ellos quieren pero que bien poco les importas. Días de mucha gente y demasiado poco sentido común porque de eso se trata, de marear con peces de colores un entorno que desde hace tiempo pinta en gris. Todos estamos invitados a esta farsa de políticos mediocres con pobres ideales que ya han ido perdiendo peso pero también veracidad. Días de sol, fotos y abrazos de falsedad supina denominada «campaña electoral» y donde no se habla de proyectos sino de romperle la piernas al adversario. Y yo ahora más que nunca, me río de los peces de colores.