
«Yo no soy lo que me sucedió, yo soy lo que elegí ser». Hasta que no somos conscientes de lo que que llevamos en nuestra conciencia, ésta última dirigirá nuestra vida y el hombre seguirá llamándolo destino. Estamos en manos del divertimento de uno sufragado por quienes están haciendo que dichas conductas sean las propicias para seguir al frente de todo ese feudo artesanal y malicioso que corroe y hunde, el poder. Como marionetas al viento volamos frente a un huracán (aún sin nombre) pero que ya dibuja paisajes comprometidos. No somos lo que nos sucede sino aquello que elegimos porque somos nosotros los que llevamos el timón de nuestra vida a pesar de las circunstancias. Pero los volantazos no se dan cuando algo nos nos sale bien porque las consecuencias son desastrosas y a la hora de frenar ya no existe el marcha atrás. Las decisiones de alto riesgo no propician llegar airosos a la meta como desearíamos porque vienen cargadas del peso inexorable de la venganza y la traición. ¿A dónde vas Presidente?