
La climatología nos sorprende a la vez que nos advierte de los devastadores efectos que el hombre ha ido, en su afán de dominio e insensibilidad, estructurando ciclos y cambios en la misma naturaleza. Podíamos descifrar muchísimos de ellos, pero eso resultaría cansino ya que todos sabemos demasiado bien cuando hemos hecho mal las cosas. ¿Qué aconteceres se nos avecinan para esta nueva estación que estamos a punto de estrenar?. Muchos son los comentarios y profecías que al respecto nos van inundando las redes sociales con sus presagios. Pero lo que de verdad es cierto y comprobado es que nos hallamos ante la mayor incógnita de futuro. Los cielos se abren y se inundan de luz cada mañana para que podamos sentir la intensidad de un sol alterado que nos atrapa y sin embargo poco caso hacemos de ello. Las noches se visten de estrellas que nos miran y nos siguen pero que a su vez somos incapaces de reconocerlas por la enorme polución que echamos a diario con nuestras maneras inalterables de renunciar al consumo devastador de carburantes y basura en las aguas. Y todo termina por resumirse a «tenemos que hacer algo». Palabrería barata y pocas ganas de implicarse en ello. Las nubes se descorren como cortinas de un cielo indeciso y asustado los pronósticos que ya sabemos y que hacemos oídos sordos con ellos. Quizás sería mejor pensar que son nubes azules donde un mañana sea posible y un hoy procure ser evitable.