
Sorteando el caprichoso destino de la humanidad. Abriéndose paso entre el tumultuoso desvarío de los hombres que se proclaman reyes y tan solo saben hacer reír a los ignorantes. Desprecio y desaprobación es el ritual maldito que cada día se nos muestra en el acontecer de los hechos, de las personas y de sus mundos. Negar lo que es y tratar de borrar a aquellos que no nos gustan por el mero hecho de «no gustarnos» en su condición de raza o de credo. Todo es propicio y aceptable con tal de hacer siempre nuestra voluntad a merced de lo que sea. Un infante no volverá a correr con sus amigos ni tampoco observará nuevas primaveras, nuevas amapolas. Porque alguien lo decidió de esa manera. ¿Cómo entender la bestial sinfonía de este mundo decrépito y maloliente si ni siquiera sabemos abrocharnos bien los zapatos? El mundo se engulle a sí mismo como algo descompensado que busca y no encuentra cómo hacer más daño. Serpenteando el camino hoy las amapolas se vuelven a abrir a nuestros ojos porque es primavera, porque es abril. Y en esta preciosa locura del tiempo se encuentra la llave de un volver a nacer. Pero tardaremos en conseguirlo.