
Los parques y ciudades se visten de flores como un cuadro inacabable que se versiona en cada cambio de estación. Renovarse es sencillo pero cuando nos aferramos al cómodo deseo de la inacción todo se va volviendo más gris y silencioso. Descuidar el entorno es descuidar nuestra propia casa, nuestra vida y nuestro futuro. Hoy todo se paga con el asombro y cuando éste es a costa de la ambición y el querer borrar un pasado, te torna un yugo para la evolución de la humanidad. La sensibilidad esta a veces en discordia con el progreso ya que unos la consideran cursi e irrelevante. Pero la manera de enaltecer las cosas sublimes y sencillas es el mejor modo de conservarlas. Ya no se escribe, solo se teclea. Ya no se llama y se tiene una conversación con el amigo, ahora solo basta con una llamada perdida para decir que estás bien o que has llegado a tu destino sin problemas. Rehuir de la realidad nos tapa los ojos, los oídos y las manos porque a pesar de que la sensibilidad es más tierna contemplativamente, con el tacto sentimos mucho más adentro lo que nos quieren decir con su mensaje. Caminemos entre las flores, nos las destruyamos. Observemos sus diversos tonos y escuchemos su lenguaje. Perdámonos en la sinfonía de su luz para no caer en un mundo oscuro.