
Al caer el sol la tierra se despereza y el verde monte despliega su manto. Montañas y caseríos que se abrazan a los amantes del paisaje, a los entusiastas de lo natural y a todos aquellos que con un largo paseo recobran esa paz que emana de la sabia belleza del paisaje. Una tarde de agosto en el silenciar puro y renaciente de los montes de Vizcaya. Un momento que abarca numerosas emociones y un pulsar a la tierra que nos regala toda su belleza.