
Cuando ya tenemos las calabazas preparadas el mercado se impone a nuestra voluntad del «hacer lo mismo» porque desgraciadamente son costumbres importadas donde damos valor a lo de fuera y no a lo nuestro. La sociedad se consume en una carrera de obstáculos por superar todo aquello de lo que no somos capaces de asumir. Halloween se ha convertido en el área de salida para todo el mundo. Con el pistoletazo de «truco o trato» y al unísono de mercados y mercadillos se abre la veda de las adquisiciones innecesarias y el consumo desmesurado. Comenzamos a bailar en la cola de esa «conga» que nos une por unos días al resto y donde todo se crea a toque de dinero y divertimento. Modas y modos de crear sociedad en mundos vacíos y taciturnos que no nos aportan sino locura momentánea, derroche y fiestas desenfrenadas que casi nuca acaban bien. Pero hay que celebrarlo. Sin apenas ser conscientes de ello y con muy poco conocimiento de su significado. Cada cultura tiene su tradición y nos hemos acostumbrado a tomar prestado lo del otro porque siempre hemos mirado fuera y hemos valorado muy poco lo nuestro. La fiesta de las grandes marcas y del consumo desbocado. Para las Navidades quedará poco en la hucha, pero no importa porque siendo optimistas lograremos inventarnos un camino para no dejar pasar ninguna oportunidad. Modas que se extinguen y modos de vivirlas dejando la cabeza a un lado del camino. Menos mal que las calabazas tiene luz propia para indicarnos el sendero.