
Este es uno de los rincones perfectos que nos podemos encontrar en las ciudades durante los meses de noviembre y diciembre. Olor, brasas y guantes de lana. Ilusión. magia y mucha luz. Luz que nos proporcionan las miles de bombillas que adornan calles y casas. Tras los cristales empañados de vapor distinguimos a numerosos personajes que, tras haber comprado un cucurucho de castañas calentitas rematan la merienda con un chocolate caliente. ¡Ay que poco cuesta ser felices con tan poco! Lo demás nos viene por añadidura. Competencia, maratón por hacerse con lo mejor y sobre todo inventarnos esas vidas que todos desearíamos tener pero por desgracia no las tenemos. ¿Y qué pasa entonces?, que seguimos anclados en la mediocridad de las normas establecidas por unos cuantos y que solamente se crean para beneficio propio. Lo sencillo que es encontrarnos con esos rincones perfectos donde tú eres tú y los demás son los demás. Sin importar que nos miren o no mientras saboreamos esas castañas tostadas que se nos brindan en las frías tardes de noviembre y donde solamente una bufanda de lana esperanzada, unos guantes de color y el olor a fiesta nos hacen sentirnos inmensamente felices. Escuchemos la canción de ese tiempo que sigue vivo en cada uno de nosotros.