
Todos hemos soñado alguna vez que nuestros sueños se hagan realidad pero saber aprovechar al máximo todas las oportunidades que se nos presentan en la vida es algo que a veces se nos escapa. Los hay y muy buenos, porque a pesar de que la vida les ha provisto de todo aquello que les hacía felices aún así se convierten en rastreadores natos frente a todo tipo de posibilidades. Hoy la historia del mundo se escribe con otras siglas, otros colores y otros sueños ya que el poder casi lo puede todo y la determinación es como la vara de apoyo para conseguirlo. Comerse el mundo es una forma coloquial de expresar determinación, ambición y confianza en si mismo. Unos se afianzan en sus ideas y juegan limpio en ese tablero del voto sin trampa ni cartón. Otros sin embargo se escudan en las derrotas personales bajo la manta de la mentira para lograr mediante el engaño aferrarse a sus ideas y doctrinas. El mundo es refugio de malhechores y de buenos gobernantes. De personas que buscan futuros y otras que los destrozan. ¿Cómo vamos a entender esa obcecación por comerse al mundo sin un proyecto de futuro equiparable al bienestar de todas las naciones ,al fin de todas las guerras y al robo indiscriminado de la riqueza del suelo para crecer sin escrúpulos ante la mirada de quienes se quedan sin nada. Hoy se escribe la historia de este mundo sin apenas haber hecho lo suficiente por ser humanos, por creer en el hombre y sus generaciones, pero sobre todo por comenzar un proyecto nuevo sin contar con los que van quedando atrás. Las bases de la civilización se entumecen porque sobra el ser humano. Hemos dejado en manos de la tecnología todo aquello que celosamente nos engaña anulando nuestra razón de ser. ¿Llegará algún momento en el cual el mundo doblegue al propio mundo? Sin dudarlo ya lo estamos padeciendo.