
¿Qué es el destino? ¿Existe la certeza de que estamos en el camino idóneo? ¿Somos capaces de representar esas coordenadas que se nos muestran para hacernos vulnerables ante deseos caprichos y devastadores que al son de unos intentan doblegarnos? Ese destino incierto del que nada se sabe pero del que todo se intuye transforma la realidad en una partida de ajedrez mortal en la que ganar no es todo. Destruir es su misión. Al destino no le vemos, es invisible pero si que sentimos su respirar junto a nosotros. No volvamos la cara hacia lo que nos deslumbra, miremos solamente a través de su lenguaje. Todo tiene un comienzo y distraer nuestra atención es el camino más fácil. El destino lo escribimos cada vez que pensemos en nosotros mismos. Lo demás es humo. Somos los arquitectos de nuestro destino. Si no sabes hacia donde se dirige tu barco ningún viento te será favorable.