Un mundo sin sol

Un mundo sin sol. Un mundo lleno de vida al que desconocemos y al que maltratamos inconscientes o intencionadamente. Sólo depende del valor que queramos darle. Cuando en las entrañas del ser humano ya no se alberga nada carecemos de sentido común. Solo el deslumbre por abrazar mucho más allá de lo permitido hacen a la persona cómplice de eso que hoy se ha puesto de moda denominado «el cambio climático», que no es otra cosa que el engorde desmedido de la avaricia y del poder. Pero aquí también, en nuestras islas, se escucha el lamento del mar. Amantes del mar y sus profundidades quedan atrapados en esas imágenes dantescas de lo que se hace en nuestras costas sin importancia ni respeto poniendo voz a esos mundos marinos que, en su silencio y su oscuridad, se sienten amenazados. El feudalismo sigue existiendo y la razón apenas se conoce. Solamente se busca destrucción y escaños. Lugares desde los que observar siempre desde arriba porque abajo apenas tienen éxito. En el filo de esa navaja no existe la reflexión hacia algo que está mal hecho. El sur de la isla de Tenerife sufre de las mordidas de esos proyectos asesinos que no dejan que la vida se renueve porque impera más la ley del cemento y el hormigón. De los sobres por debajo de las mesas y de las mañas torticeras de algunos gobernantes.

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