
Duermen ya los bosque en su ritual diario aunque muchas partes del mundo vean que el «cambio climático» está haciendo pedazos lo que la naturaleza creó. Pero quizás sea el momento de pararnos a pensar junto al árbol mucho de lo que hacemos o dejamos de hacer por nuestro planeta. Se avecina la vorágine de fiestas que pasará un año más por nuestras vidas sin dejarnos nada a cambio, salvo el deterioro de la cuenta corriente. Estamos programados para divertirnos aunque no queramos. Mientras, el bosque llora por nuestra incapaz forma de hacernos adultos y creer en nuestro yo sin hacer caso de lo que los demás quieren que creamos. ¡Qué lástima! Somos tan insignificantes que no somos ni tan siquiera capaces de observar al monte en su sabia presencia o simplemente hacer que nuestras decisiones circulen más rápidas que los manipuladores creen para vendernos la felicidad a cambio de nuestra total destrucción. Ya se escucha el sonido del viento, y también el olor a tierra mojada, pero sobre todo escuchemos el susurrar de noviembre en su infinita paz.