
Cuando el mentir se convierte en obsesión el camino se estrecha. Las luces se apagan y el destino se convierte en el mayor de los enemigos. Mediante la mentira se intenta alcanzar lo que sea y a costa de lo que sea. Se está dispuesto a todo porque la obsesión se ha apoderado de nuestra mente y pretendemos salir airosos de esa cloaca. Pero la verdad acecha. La verdad escucha y sobre todo asiente de que nuestra equivocación se está aferrando a nuestro poder. ¿Cuántas mentiras hacen falta para que un hombre se crea todo aquello por lo cual miente? La verdad no necesita ser defendida porque es una sola sobre todo lo demás. Mientras que las mentiras necesitan de maquillajes para no ser percibidas. Estamos saturados de mentiras porque no somos capaces de llegar donde queremos solos. De conseguir proyectos y de crear leyes que se ajusten a la libertad, a los derechos. Necesitamos mentir para que se nos crea pero no creemos que un día esa mentira será la cadena que nos hará caer al suelo. Una mentira no retrasa los hechos solo retrasa las consecuencias. Quien vive de mentiras vive en su propio laberinto sin salida. «En una época de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario» George Orwuell. ¿Hacia dónde caminamos que estamos tan ciegos de ver la verdad?