
Hoy miramos atrás lo vivido y nos convencemos una vez más de que en la mayoría de las veces hemos estado perdiendo el tiempo. Un tiempo que comenzamos ahora precisamente hace un año y que a estas horas da sus últimos coletazos. Pero no por ello hemos de mirar lo vivido como algo que ya no sirve. Esa enseñanza que apenas tuvimos el afán de aprender está ahí mientras seamos conscientes de que lo pasado nos ha condicionado para lo que somos hoy.
Otros se quejan de que el tiempo no da tregua para nada y hoy corre mucho más deprisa. Esa sensación de desespero por llegar antes que nadie es como la barrera que hemos de pasar y no volver a hacernos propósitos inimaginables que jamás lograremos. Las imitaciones nos hacen vulnerables porque nadie puede llegar a ser como tú. Con tus sueños y también con tus pesadillas. Con tus logros y también con tus caídas. Con tus esperanzas y con tus deseos, todos ellos forman un mosaico único que nos define y, a su vez, nos conecta con los demás.
Compramos el lujo por la falta de ser venerado, envidiado y no somos capaces de llenar lo que realmente somos. «Seres capaces y con esencia propia». Esta búsqueda incesante de validación externa nos aleja de lo esencial: el amor propio y la autocompasión. Buscamos donde no hay, aún a sabiendas de que tenemos en nuestras manos la mayor de las enciclopedias, «la vida», pero no nos dejamos aconsejar de quienes procuran el bien en nosotros y se alegran de nuestros logros.
El 2026 ya limpia sus zapatos para presentarse al mundo. Con cada nuevo año, hay una nueva oportunidad de renacer, de reorganizar nuestros propósitos y de comprometernos a una existencia más auténtica. Sin embargo, desde hace tiempo el barro de la ingratitud, la codicia y el enfrentamiento de las naciones viene enturbiando los meses de su estancia en nuestra vida. En medio de este caos, es fundamental encontrar momentos de paz y reflexión. Dejar que el futuro se estrene dignamente, sin las cadenas del resentimiento ni la carga de rencores pasados.
Démosle un voto de confianza para demostrarnos a nosotros mismos que seremos capaces de no amontonar basura ni tampoco luchas innecesarias por el poder. La lucha por el poder a menudo es una distracción de lo que realmente importa, que son las conexiones humanas y la posibilidad de construir un mundo mejor. Poseemos un don maravilloso que se denomina «palabra» y no lo sabemos casi utilizar. Nuestras palabras tienen el poder de sanar, de unir y de transformar. Nos hemos vuelto mudos y solitarios en una humanidad repleta de seres vivos ansiosos de compañía y de amor.
Este año nuevo, hagamos un esfuerzo consciente por fomentar el diálogo, la comprensión y la empatía. No dejemos que la soledad nos envuelva, sino que utilicemos nuestras voces para crear comunidad y ofrecer apoyo. Feliz Año 2026 del gigantesilencioso. Que sea un año de reaprendizaje, de amor desinteresado y de una búsqueda genuina por lo que realmente nos llena.
