La capacidad de sorprenderse del ser humano no conoce barreras ni matices. Todo surge frente a nosotros en el momento menos inesperado. Tarde de junio me quedo atrapada en un cielo incierto todavía ya que el verano apenas estrenado no se define aún con la climatología. De repente unos pájaros de algodón surcan el inmenso cielo azul. A través de la ventana me elevo con ellos es esa magia inexplicable donde el corazón no conoce límites y las sensaciones carecen de misterio. Alados elevan sus picos como saetas que sube tratando de fundirse en esa perfección del infinito que, aún desde la imaginación se suscribe en la aventura más maravillosa que el ser humano puede vivir.

Bravo Ana!! Me encanta leerte cuando tengo un rato libre. Un remanso de paz en estos tiempos nuestros tan alborotados. Menos mal que existe la poesía y la sensibilidad a flor de piel. Me pregunto cómo hacer llegar el espíritu de estas cosas más allá de un blog, más allá de nuestras cuitas y horizontes donde sólo se respira odio..Sin duda hay una respuesta esperanzada
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