“El verdadero maestro es el que provoca en ti tu propia visión de las cosas, de los descubrimientos, no la copia de los suyos. Que te haga percibir por ti mismo lo que él no percibirá nunca”
Con los sones de la canción de Karina “En un mundo nuevo” vivíamos aquel verano de 1971 una nueva etapa en nuestra vida. Pablo Neruda se coronaba en los Nobel con su obra literaria ” Veinte poemas de amor y una canción desesperada” e iniciábamos la andanza de un viaje que marcaría mi vida. A pesar de que el mundo se encontraba inmerso en una crisis global y económica, no por eso nuestro proyecto de pasar el verano juntos se vio enturbiado. Entre el calor, el agua fría y un chapuzón de vez en cuando conquisté paisajes, conocí gentes y descubrí rincones dormidos en mi que a la larga me demostrarían que a vida es eso, vivencias compartidas, miradas hacia un mismo destino y sabores que permanecen cautivos en nuestras memorias. Y nos hicimos mejores, más tolerantes a la vez que más responsables porque de eso se trataba, de crear lazos de unión en los años sucesivos. Algeciras, Mazarrón, Málaga, Alicante, Castellón, recorrer el mediterráneo con más de 35º fue toda una hazaña. Lo demás quedó escrito en la historia de nuestro tiempo. El abanico de aquel verano de 1971 es quizás mi homenaje a ese maestro de la vida que, sin darnos cuenta está a nuestro lado.