No se puede olvidar el tiempo mas que sirviéndose de él. Ahora: una palabra curiosa para expresar todo un mundo, toda una vida. Esa vida que estamos construyendo y que bien poco tratamos de rematar adecuadamente. Cosas que van quedan deshilachadas y que jamás terminaremos. ¿Por qué? Quizás nos estamos acostumbrando a infravalorar muchas de la herencias olvidadas de nuestros antepasados que aún siguen esperando nuestra continuidad. Buceando por los misterios de la vida nos solemos tropezar con los enigmas que tanto tiempo están salido desde nuestros sueños configurándose en realidad. La destrucción de ciudades, la justicia callejera que ejercen algunos y la mediocre lealtad de nuestros gobiernos frente al caos, la desigualdad y la falta de decisión que le hace cada vez más cobardes y menos auténticos. Ahora ya no es tiempo de engarzar remiendo ni tampoco de sacar lamentaciones. No se pude olvidar el tiempo mas que sirviendo de él. En esa duración limitada de los seres y de las cosas se encuentra la estación desde donde retornar y encontrarnos con la hebra que quedó enganchada y desde la cual comienzan a surgir los resquemores de un panorama que hoy irrumpe desde Oriente y en el que, de una manera u otra, todos hemos sido cómplices.