¿Cuantas veces nos hemos perdido por los laberintos de un inmenso jardín? Sin apenas darnos cuenta de ello nos convertimos en aventureros y solitarios paseantes por un mundo al que no pertenecemos y sin embargo nos es muy familiar. Encontrarse entre esas cuatro esquinas de una parcela llena de vida, donde el sol juega a despistarnos y el polvo del camino serpentea entre nuestros pasos en insinuante tentación. Como nos gusta descubrir esos pequeños rincones en los que parece que nunca haya estado nadie y son muchos los que llegando hasta allí piensan y sienten lo mismo. Su palabra proviene del francés “huerta”, donde se cultivan especies vegetales con posible añadidura de otros elementos como son las fuentes y las esculturas. Los jardines arrastran una larga tradición y ya eran muy famosos los de Babilonia, considerados como una de las maravillas del mundo antiguo.