Se olfatean tiempo difíciles y resultados altamente contaminantes. En lo social, en lo económico y en lo ecológico se presienten nubarrones. Esa tristeza en gris a la que nos hemos acostumbrado nos hace vulnerables frente a todo. La “geoingeniería” o la manipulación del medio ambiente que está cambiando el ciclo natural de la vida. La “inteligencia artificial” en cuyas zarpas hemos caído y el potencial humano se ha ido reduciendo provocando con ello la falta de trabajo y sobre todo la falta de creatividad hacen que los valores se ralenticen en sus avances. Las pandemias y las guerras nucleares que están provocando el cambio climático y que ya están haciendo mella en nuestra salud. ¿Es que la anosmia se ha instalado en la humanidad con un contrato a largo plazo? Dicha dolencia la padecen aquellas personas que han perdido el sentido del olfato tan necesario para tantas cosas. Intuición, mucha intuición y sobre todo predisposición de “querer hacer” es lo que tiene al hombre de ahora parado frente a su destino incierto o no y que a la larga muchos de nosotros nos daremos cuenta de que la vida se estructura mediante nuestras acciones y no en aquello que podíamos haber hecho y no hicimos. Una pena.