LUNA CRECIENTE

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Avanza la mañana de octubre y sobre el macizo de montañas que circundan el Valle de La Orotava en  Tenerife, se asoma el rostro de mi luna. Con su cara redonda y blanquecina está deslumbrada por un sol que irradia sobre el verde manto toda su brillante presencia. Luna, cómplice de mis sueños y hombro sobre el cual recuesto mis dudas. Allí donde estás te busco y casi siempre te encuentro. Como aquel día hace ya tantos en que me leían tu viaje y tus descubrimientos. De la mano del escritor sueco Andersen viajaba contigo y tu me contabas las historias increíbles que vivías desde el cielo. También te encontré una noche hace ya ha no tanto tiempo en que descubrías para mí el majestuoso Taj Mahal al borde del río Yamuna en la India. Fiel testigo de mis pasos sigues ahí cuestionando y cuestionándome los misterios de la vida, del alma, del intelecto.   Pronto estarás tan llena  que tu redonda cara se verá más allá de ese macizo y nuevamente te colarás por mi ventana a media noche como cada octubre, dejándome caer sobre la frente tu helado beso.

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