«Los días que pasan, las nubes del alba. Mi alma, mi cuerpo, mi voz, no sirven de nada, porque yo, sin ti no soy nada» Bella canción de Amaral que encaja perfectamente en este soneto de promesas y de reacciones adversas. Nada cambia solo un poquito para que todo el mundo está contento. Pero los que realmente tenemos que estar contentos somos los ciudadanos que observamos la espada de Damocles sobre nuestras cabezas nuevamente. Es la verdadera esencia y la abanderada por excelencia de un barco, casi a la deriva, pero que trata de mantenerse firme frente al adversario. ¿Será suficiente este «déjame entrar» que voy a ha a hacer las cosas bien ahora? O por el contrario ¿el sobrepeso está mal distribuido y todo se va al garete? Ya en el año 2011 la Revista Crónica lanzó una portada presagiando acontecimientos «Los ojos que todo lo ven» y parece que no se equivocaba. Muchas veces tenemos que bajarnos de un peldaño para llegar a estar a la altura del otro, y no me estoy refiriendo a lo corporal. Ustedes ya me entienden. Porque sin ti, él no es nada.