No saber apreciar la vida, no dar un poco de tu tiempo a un hermano. Cómo podemos reconstruir nuestro futuro si apenas nos conocemos a nosotros mismos. Adentrarse en la orillas del mar, encontrarse con esa espuma codiciosa y sensual que te advierte a la vez que te abraza. Descubrir ese día en el que te sientes dueña de un tiempo y un destiempo donde las razones existen porque sí y los deseos se combinan como los volantes de un traje o los tonos de la paleta de un pintor. ¿Dónde estás? ¿A dónde has ido?, que al buscar en mi vida tu silencio me hace marca en ese devenir de un tiempo, de esos días, de aquellas charlas en las que creí tener unas inmensas alas para sobrevolar contigo y encuadernar tardes en calma. ¿Para qué estás? yo me pregunto, si dibujo tu estampa pero te alejas de mí, me ignoras y hasta me haces daño….
ÁGORA
Y es el mundo,
el que renace desde su olvido,
a cada caso, en cada tramo,
serpenteando como una culebra
alrededor del hombre.
En la plaza azul cristal
se escriben sinuosamente
las subidas y las bajadas,
pero aún así, el mundo
resbala su voluntad
a los ojos de los hombres.
Mundo, plaza donde recreas
el devenir del tiempo,
el acontecer de las galaxias,
remontando ansioso las conquistas,
para luego
como una circular estampa de valores
renacer nuevamente
y abrazar la inmensidad.
Ágora que aconteces
en esa barrera de toda existencia
y en la que su vida describe
serpenteante,
los pasos del hombre. (A. V.)