Tienen la bella ciudad de Lyon a sus pies y subidos a una roca intentan hacerse con ese futuro que ya les persigue y también les condiciona. Son jóvenes y en sus bolsillos llevan un montón de ideas, de sueños y de temores, pero ellos son valientes y se sienten una vez más los dueños del mundo. En esa fría mañana de Diciembre, con un sol asustadizo y mientras las demás personas paseamos, ellos viajan en el tiempo, en su tiempo, que es el que cincela las expectativas de futuro que hoy deambulan por sus cabezas. Demos un voto de confianza a esos jóvenes que han tomado el relevo de nuestras acciones y que hoy más que nunca deben ser cautos a la vez que soñadores.  Y es que la belleza de las cosas reside en el espíritu de quien las contempla.