Pobre arbusto. Parece que nadie le presta la atención necesaria pero se mantiene ahí, erguido y orgulloso de serlo. Aunque sus ramas estén vacías no deja de ser un árbol. Algo vivo que armoniza ese entorno en el que está plantado. Michas veces nos tropezamos con cosas que nos parecen banales pero es algo tan lejano de la realidad que ni tan siquiera somos capaces de buscar ese punto que los hace únicos e imprescindibles. No hay que vivir para que nuestra presencia se note sino para que nuestra ausencia se sienta. Y eso ocurre con todo lo que nos rodea. No podremos resolver ningún problema que la vida nos presente pensando de la misma forma que cuando los creamos. Busca siempre la semilla del triunfo en cada adversidad y ante un inminente peligro la fortaleza es lo que cuenta. Y tal vez ese arbusto se siente como el centro del jardín porque esta seguro de su singular presencia.