
Igual que abrir una ventana al infinito y atrapar ese hilo azul del horizonte. Alli donde parece que todo termina y sin duda es el comienzo de otros mundos. Desde lo alto miramos la inmensidad a traves de esos espacios agrestes o no pero tan llenos de simbolismo y donde la mano del hombre ha tratado con cariño ese paisaje. Nos encontramos frente a un nuevo año que ya se abre paso a través de los recónditos secretos que van despertandose a nuestra curiosidad. En esta tercera década del siglo 21 parece que cuesta encontrar ese espacio al que todos deseamos ir pero que nadie se atreve a indicar. ¿Porqué?. El hombre sigue siendo el animal dócil que baja la cabeza frente a los que nos mandan. Aunque no nos sintamos representados pero que sin embargo siempre estamos dispuestos a claudicar. ¿Miedo? Más bien diría yo ignorancia por pensar que seremos ridulizados si no avanzamos en manada. ¡Nuestro gran error!. Ese concepto de inferioridad que no sale nunca bien y menos todavía cuando en realidad estamos convencidos de nuestras decisiones y actitudes. Hay que mirar más al horizonte porque él jamás nos engaña y siempre nos indicará el punto exacto donde estamos y hacia donde nos dirigimos. Los pensamientos, las intuiciones y sobre todo nuestros convencimientos son como esos «balcones al horizonte» que la vida nos coloca y que por desgracia muchas veces no nos atrevemos a abrir hacia afuera y nos quedamos en la más completa oscuridad.