Hablar y comunicarse es un privilegio de los humanos, aunque también los animales nos suelen sorprender muchas veces con sus gestos y sonidos. Pero la expresión corporal y más concretamente de las manos nos hacen más expresivos. Mover nuestras manos a la hora de hablar denota sin lugar a dudas una seguridad inmensa de lo que intentamos decir con las palabras. Otras veces esa expresividad se torna sucia y ofensiva porque mediante los gestos procuramos rebajar al receptor de nuestro mensaje. La forma de ser se demuestra en la mayoria de los casos por nuestra forma de gesticular las palabras y más aún por como sincronizamos dichas palabras con los gestos de nuestras manos. La aptitud depende de nuestra forma de expresión tanto como la veracidad de nuestros vocablos. No es un arte sino una forma de ser para con los otros y es tremendamente importante cuidar ese resultado.