
El silencio es el compañero perfecto de la música.Y a partir de ese silencio de las ciudades lo hemos sentido. Desde él podemos descubrir la infinidad de tonos que nos propicia ese estado de paz en el que parece como si volásemos. En estos días de confinamiento los balcones han sido los protagonistas de tantas y tantas historias que han sido contadas y también cantadas para mitigar esa monotonía diaria que hemos vivido. Y también desde ellos hemos conocido a muchas personas con dotes maravillosos para el canto y la interpretación musical. Nos habíamos convertido en los perfectos desconocidos del mundo, de nuestro mundo y de nuestra sociedad. De nuestros vecinos de escalera y de todos aquellos que han ido arrimando el hombro para echarnos una mano en los momentos de apuro. Pero es la música la encargada de hacer resaltar muchos de nuestros valores porque mediante ella, a solas o en tertulias de balcón, se ha encargado de hacernos sentir más cercanos. Hay un momento en la vida de todos en el que nos toca aprender y ha sido éste percisamente. Sin esperarlo pero eso sí con los toque de advertencia de que no se hacían bien las cosas. Desde el respeto y también desde la creatividad hemos impulsado esa corriente de vida que siempre ha estado ahí pero que jamás la habíamos aprecido de esta manera. Los balcones de este país se han hecho oír desde lo más íntimo de las personas.