El sabor de la belleza

Cuando eres un buen observador todo el mundo es tu maestro. Vamos a hacer un viaje en el tiempo al sumergirnos en esa imágen del año 1970. Cuando la playa de San Andrés, en la capital de Tenerife se nos mostraba tal y como la vemos. Lejos de proyectos y de discordias que aunque conseguieron hacer de ella la playa de Santa Cruz, con su arena del Sáhara y muy accesible a todos, no sin embargo la esencia de la misma sería olvidada por muchos. Sus negros callados y su arena oscura y refulgente que destelleaba al subir la marea nos prpiciaron momentos de eterna belleza. Tiempos que quedaron enmarcados en la memoria de aquellos años donde el paseo y las reuniones no consistían únicamente en estar tendidos bajo el sol. Todo era un ir y venir que junto a las olas se expandía por entre los vericuetos de la nostalgia y los atardeceres de la infancia. Ese sabor de la bellaza es el criterio supremo de la verdad y de la esencia de un tiempo que hoy transcurre de manera diferente pero que no nos deja de mirar. Muchas más historias se escriben ya en la distancia de los días y cuando el hoy nos toca en el hombro a modo de advertencia solamente podemos desentrañar los hilos ocultos desde donde se fraguaron tantos momentos y se crearon tantos proyectos. «Hasta que el incosnciente se haga consciente, el subconsciente seguirá dirigiendo tu vida y tú lo llamarás destino» (C. Jung).

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