
Hoy nos cuestionamos si realmente somos capaces de sentir lo que otros sienten cuando el desarraigo, la pobreza y la no contemplación de un futuro son los titulares que a diario miles de personas ven frente a sí. Nos parece mentira que en el siglo del progreso existan todavía organizaciones que sean capaces de hacerse con todo lo que posees para ofrecerte un destino favorable. Si no sale bien nadie puede reclamar. Y eso es lo que a diario se cuestiononan miles de personas para lograr esos azules horizontes que ven en la distancia y que sin pensarlo demasiado saltan en su busca. Frente al mar sus ojos soñadores se sientan cada día contemplando ese hilo de esperanza que le trajo hasta aquí. Su mirada vuela muy alto para porder alcanzar ese mundo que le proporcione una estabilidad, un trabajo y una felicidad. Cada día, bajo la mirada del Teide observa el mar. Un mar que ya no se parece al que tuvo que soportar hace días con el frío, la noche o la incertidumbre de que su cayuco no pudiera llegar a la costa. No es un problema de unos pocos, es la conciencia de muchos para que esta aventura no llegue a cobrarse más vidas ni a truncar más sueños. Hoy el océano es su confidente y también su compañía y por eso cada mañana baja a mirar al mar.