
No siempre sabemos estar a la altura sobre todo cuando queremos dar una importancia de nuestra manera de ser o expresarnos y así poder deslumbrar. Resulta muy embarazoso siempre y cuando ésto no se hace de una manera consciente. Los programas se establecen para ser cumplidos y aún queremos sobresalir sin miedo a estrellarnos. La vergúenza se ha perdido a estas alturas del baile y cuando nos empecinamos en promulgar nuestros deseos y más todavía sabiendo lo ingruentes que son nuestros propósitos el «estar a la altura» se nos queda bien pequeño. En esa «honesta» manera que muchos tienen para adquirir un beneficio propio o establecer unos directrices que fracturan la razón misma de las cosas por abanderar unos ideales en contra de unos principios. Mientras seamos partícipes de esa ilegalidad adquirida por tratarse de las élites más favorecidas seremos cómplices del desarrollo de nuestro legado cultural, docente y estructural del pais. Estar a la altura no es hacer que otros hagan lo que tú impones sino creer que lo que estás haciendo es lo más favoralble para nuestra sociedad. Hoy hay unos muchos que no saben estar a la altura y tratan de hacerse notar para que otros les crean. No nos dejemos engañar con bailes de salón ni tampoco con las manifestaciones de hedonismo barato que tanto pululan por nuestra sociedad.