
Los grandes pensamientos requieren de grandes palabras para poder expandirlos al igual que las blancas alas de la gaviotas. Pero qué insignificantes nos hacemos los humanos al creer que nuestras palabras, nuestros pensamientos, a veces no son dignos de tal reconocimiento. Sin duda es que el hombre, a pesar de tener un ego que lo condiciona muy a menudo no es capaz de reconocer la inimaginable potencialidad que sus palabras puedan tener. Toda comprensión es la base de la sensibilidad y si ésta está adherida a nuestros grandes pensamientos sin lugar a dudas no fallaremos. Nos sentímos alegres o desdichados pero en muchas ocasiones ni tan siquiera entendemos porqué. La alegría no es placer. Éste es un instrumento imaginado por la propia naturaleza para obtener del ser la conservación de la vida. Con la alegría anunciamos nuestros triunfos y cuanto más rica sea nuestra creación mayor alegría sentiremos. La vida son caminos entrelazados y profundos que nos puntean el devenir de nuestros pasos, el logro de nuestras ambiciones y sobre todo la satisfacción de llegar donde nos lo hemos propuesto. Nuestras manos son como el notarío que rubrica todo eso que está escrito en ellas desde nuestra concepción. Bajo esas cimas situadas bajo los rayos del sol se expanden nuestras mañanas y nuestras noches. En el devenir de los días y en el acontecer de nuestros recuerdos para así fraguar esos senderos que nos acompañarán siempre marcados por el paso de nuestro tiempo.