
Vivimos en la sociedad y sin embargo no somos capaces de distinguir lo diferente como algo que también nos incluye en ello como personas. Tratamos de almacenar cientos de tratamientos y distinciones para solapar toda esa intransigencia que cada vez más nos señala con el dedo. ¿Quién está exento de no ser responsable en un mundo al que todos debemos mucho y sin embargo muy pocos reconocen su deuda? Las incongruencias de la vida saltan al borde de nuestros pasos y de nuestras opiniones y ni aún así les damos la atención necesaria. Hoy descubrimos mundos extraños en toda esa manera de convivir y de vivir también a la hora de confesarnos frente al mundo para radicalizar nuestros pensamientos sin la más estricta disciplina de cordura y de responsabilidad. Y en toda esa global existencia de la todos dependemos y no en las mismas condiciones sabemos aferrarnos a lo que nos interesa egoistamente. Quizás en esa incongruencia de la vida esté la solucion a tanto desarraigo, solo que nos solemos mirar en el espejo demasiadas veces al día mientras que los otros ni tan siquiera pueden llegar a mirarse en ellos. Cuando arrancamos una cuerda en la guitarra la melodía queda inacabada. Lo mismo que en una sociendad donde el verdadero valor de las decisiones a veces actúa fragmentando lo que no es diferente de nosotros.