Se suele decir que la vida, nuestra vida tiene la extensión que nosotros deseemos darle. Por muchos años que se tenga puede estar dilatada pero a medio llenar. Llenar una vida es difícil pero saber y querer haber buen uso de ella no es complicado. Es como aquellos que viajan muy lejos y jamás llegan a entender o a sacar provecho de esa aventura. otros por el contrario saber que no las grandes evasiones son las que nos darán mayores placeres. La virtud del ser humano es saber hasta donde y sobre todo cuando es el momento para darnos cuenta de que en nuestro próximo paso está contenido nuestra próxima etapa de la vida. La vida, ese viajero al que todos llevamos dentro y que sabe apearse en esas estaciones sin nombre para decirnos hacia donde ir. Todo está enmarcado en una cuadrícula del tiempo porque de ahí nadie se escapa y solo desde ahí proyectamos hacia el exterior. El espacio de la experiencia humana es infinito aunque nos parezca pequeño, aunque tratemos de versificarlo o novelarlo en un folio en blanco, aunque sepamos que lo que subyace de todas esa palabras es el contenido íntimo y secreto de la esencia humana. Fluidez, expansión, libertad y cielo. Ese vacío donde la energía está fuera de todas las cosas y donde en el océano interior de nosotros mismos confluyen nuestras esperanzas.