Las bravuconadas de la desesperación. ¿Cuándo nos vamos a enterar de que nada se regala porque sí? Al final hay que tirar de los que sea. De la hucha del chavalín, de los ahorros de la abuela o porque no de las arcas de la jubilación. Y es que yo me hago la pregunta: si hay ahora dinerito para pagar al funcionariado sus extras y descongelar sus nóminas ¿adonde iba a ir el dinero que según nos dicen se ha recaudado para que nuestra economía esté floreciendo? Si hay dinero no hay que violar los ahorros, pero cuando se trata de captar votos todo vale. Ese parné que ahora sirve para tapar bocas y comprar sonrisas estaba en algún lugar o ya tenía destino. ¿A quiénes quieren engañar? Mientras, las paredes de los hemiciclos y los tribunales callan secretos ocultos de corrupción siempre hay alguien que grita ¡sálvese quien pueda pero yo me largo con las alforjas bien llenas para el resto de su vida!. Porque es así, para los restos porque ni se les ve ni se les espera. ¡Qué pena contemplar la cabalgata de mimos y de títeres en la que nos hemos ido convirtiendo! En las calles el clamor de los que menos tienen sigue haciendo de España el país diferente de todos los demás. Allá por las tierras manchegas Don Quijote se alababa de sus hazañas con los molinos de viento y al fin y al cabo eran solo eso, molinos. En el siglo 21 todo parece haber quedado medio sumergido en una ciénaga de sinsabores, de silencios y de investigaciones por concluir. Nada. Y en esa nada que nunca olvida está el futuro agazapado de una nación que se tambalea, donde ni las aguas del rio hacen ver la realidad que emerge de sus calles, familias, hospitales y colegios. Hoy la cuestión es otra ¿dónde estaba ese dinero que ahora parece fluir para tapar bocas , para comprar votos y los más triste de todo, para maquillar sonrisas? Si alguien lo sabe, que me cuente. España y yo estaremos muy agradecidos.