Toledo, donde se cruzan los caminos de la Historia

«Toledo, solar hispano, crisol de raza ibera. Dichoso aquel que naciere español y toledano».

Toledo, crisol de cultura, la Jerusalem de España

Toledo, crisol de culturas, la Jerusalem de España./HANAH VALENTÍN

Con estas palabras lo definía un grande de nuestras letras, Cervantes. Confluencia de culturas y de credos: cristianos, musulmanes y judíos. Por sus calles pasearon poetas que enamoraron a la vez que fueron enamorados por la ciudad. Este es el caso de Gustavo Adolfo Bécquer que paseó su romanticismo por sus calles y fachadas. Pero sin lugar a dudas quien más a traspasado fronteras con el nombre de Toledo por el mundo fue Doménikos Theotokópoulos, concido por el Greco a quien España debe la impresión en todos sus cuadros de la bella ciudad del ríoTajo. Pero también hay que destacar a personalidades judías que marcaron su sello singular como Shamuel HaLevi (1320). Muchos judíos que se vieron forzados a dejar España, particularmente, Toledo, siempre guardaron su lealtad y amor a esta querida tierra, y descendientes de éstos aún conservan las llaves de las casas que sus antepasados dejaron para ir al exilio. Restos de la presencia judía en Toledo la encontramos en sus dos sinagogas, la del Tránsito y Santa María la Blanca, ahora convertidas en museos, y en sus calles estrechas y alhamas. Apenas quedan vestigios de vida judía en una ciudad en la que sobresalió gran parte de su pensamiento y actividad cultural y económica.
Existe una carta que envió Raine María Rilke a su amigo Rodín en la que decía claramente como era esa ciudad que a todos encantaba, desde unos de los lienzos del pintor.
«La tormenta se ha desencadenado y cae bruscamente tras una ciudad que, situada en la pendiente de una colina asciende a prisa hacia la catedral, y aún más hacia lo alto, hasta el Alcázar, cuadrado y macizo. Una luz en girones surca las tierras, la remueve, la desgarra y hace surgir prados, de un verde pálido, y detrás árboles como seres insomnes. Un río estrecho sale sin movimiento del montón de colinas y amenaza aterradoramente, con su azul negro y nocturno, las llamas verdes de los matorrales».

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