No hay nada en el mundo que capacite tanto a una persona que sobreponerse a las dificultades externas y a las limitaciones internas como la conciencia de tener una tarea en la vida. «La hora pasa, la pena se olvida más la obra queda».
Lo verdaderamente indigno del sufrimiento no es el sufrimiento en sí sino el sinsentido del sufrimiento. En estos tiempos de descuento «el todo vale» por obtener lo que se desea se está apoderando de las personas y ante los acontecimientos de índole humanitario que nos acechan solo se muestran sensibles aquellos que lo dan todo. El boomerang de la historia se va haciendo patente y nos alerta de cuan insignificantes somos ante la inmensidad de los acontecimientos. Cada momento tiene su tiempo y cada revés de la vida nos recuerda que mañana podemos ser nosotros. Las horas cuentan y el reloj camina a pasos agigantados.
En el frío silencio de las cumbres de naciones, de los gabinetes de crisis y de todo un arsenal de medidas lo único que está en juego es la vida, la supervivencia de esos pueblos desgarrados de sus raíces que hoy tocan a nuestras puertas y pocos son los que las están abriendo. ¿Dónde encontrar la solución? La hay siempre y cuando nos olvidemos de lo que poseemos. Mientras el hombre actúe solo por encima de sus hombros será difícil porque el sentido común se escapa como la arena del desierto entre las dunas de la indiferencia. «En un camino sin límites hacia el techo de nuestras posibilidades el agua fluye como la vida , lo mismo que la vida de la muerte» .