No tan lejanos se encuentran los días del verano. Hoy desde la natural decadencia de las tardes los resquicios de luz vuelven hasta nosotros. En la sinuosa pasarela que abraza el peñón de la Playa de Almáciga nos adentramos hacia un mar azul que nos conduce hacia esos lejanos horizontes, al confín de los mares. Miramos y nos recreamos de tanta sal, de tanto sol, de tanta grandeza indescifrable. Un lienzo que se nos descubre allá, don el Macizo de Anaga se hace mar y montaña, hombres y redes, pastores y jornaleros. Nada es más posible que esa verdad de encontrarse en los confines del mundo y en casa también.
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