Llegada al Puerto de Agaete, Las Palmas de Gran canaria
Viajar es un placer. Un dicho de gran verdad, aunque algunos se resistan a creerlo. Hoy en día los medios de transporte son de la mayor comodidad pero donde se encuentren los viajes en barco que se quiten muchos inventos. Está claro que la aceleración de nuestra vida cotidiana nos exige aprovechar el tiempo lo más posible y un vuelo de pocas horas nos puede trasladar al otro lado del mundo en un santiamén. Viajar en barca es algo muy especial. El contacto con la brisa, el olor característico cuando te paseas por la cubierta crean momentos de los que jamás nos podremos desprender. Hay tiempo para todo, la leer, pasear, entablar una charla con otro pasajero, cosas estas que jamás podremos hacer en un avión ya que no te puedes mover de tu asiento y si el del asiento contiguo es de pocas palabras ni pensarlo. O duermes (cosa complicada) o te limitas a hacer algún pasatiempo. En fin que “por mar” todo es distinto, al menos para quien no maree y sepa aprovechar el paseo oliendo a brea y con sabor a sal.