Vanagloriarse del resultado de un escrutinio en el que se ha salido favorecido por sus votantes nada hace presagiar que ese fin último se materialice para una posible presidencia. Hoy España está nuevamente sola frente a una marea de incertidumbres. Seis meses que no han avanzado nada a un electorado que buscaba estabilidad y consenso. Saber hacer y a la vez ser político y no solo hacer política, cuestiona mucho a la hora de crear confianza. Tal vez nos equivocamos a la hora de elegir, de pactar, de sincronizar ideas y de organizar programas. El tiempo corre inexorablemente para todos y las actitudes frente a la vida pasan factura. España sigue estando sola por su manera de ser, por su forma de llevar a cabo cuestiones que no se plantean desde la sociedad sino sobre la sociedad y el beneficio de muchos. Las tareas mundanas ya no se contemplan en el tablón de anuncios de las prioridades más bien mediante las estadísticas y los balances fríos y calculados de una sociedad que desmaya frente a la impotencia y se reafirma cada vez con menos fuerza. Cansancio o desidia a la hora de tomar decisiones, desánimo y decepción ante un panorama que nos afecta muy mucho. El tiempo corre y las decisiones no son siempre las idóneas pero el tren ya ha vuelto a pasar. El optimismo no solo es una falsa sino también perniciosa doctrina porque éste presenta la vida como un deseable estado y a la felicidad como un objeto. Frente al abismo de esa soledad que nos circunda hay que crear puentes y limar rencores porque el vacío se hace cada vez mayor y ya no es cuestión de votar sino de madurar, dando legitimidad a una confianza de la que hoy usted es el mayor responsable.