Cuando el sol va de retorno hacia el límite que configura nuestro horizonte se produce una sensación mágica a la vez que seductora con el ojo que sabe y que puede contemplar tanta belleza. Pasear por la playa siguiendo los últimos latidos del sol es como zambullirse en una oleada de sensaciones que nos cuestionan cuan significantes somos y qué poco sabemos de la naturaleza y de nosotros mismos.