Dícese de alguien propenso a sospechar  y cae en la tentación de imaginarse muchas cosas. Lo cierto es que no siempre existe una certeza de ello. Mientras en los hemiciclos se representan a esta hora las propuestas, conjeturas, reproches y demás para la próxima legislatura, el circo ya ha sido montado por quienes defienden la democracia y por los que se aferran a un clavo ardiendo. Carantoñas, besos y demás ventas de aquellos que nos estorban y nos condicionan. Ser suspicaz en estos momentos no es hacer política señores, más bien diría yo enfundarse en un disfraz para distraer al público.  Lo peor será mañana cuando los cambios de despacho y de carteras se crucen por los ministerios, las miradas se paseen altivas y las intenciones se desvanezcan frente a las verdades. Cuando los sueldos se suban estrepitosamente para aquellos que intenten gobernarnos y los recortes fluyan como tijeretazos sin anestesia para el contribuyente. ¿Y qué  conseguiremos de todo esto? . Pues que nuestros hijos estén criados y colocados, que tengamos una renta vitalicia por haber estado ocho años en el gobierno y que nuestras cuentas corrientes sigan tan estables como hasta ahora. Pero cuidado señores, no me estoy refiero ni a usted ni a mí, sino a todos aquellos que hoy se desgarran frente los escaños del Congreso por intentar ser. ¡Y que Dios nos ayude a todos!