Hay un dicho muy común que dice «no es oro todo lo que reluce» pero a veces el oro pasa inadvertido frente a nosotros, más aún si en esa maravilla se conforma la nobleza y la expresión más sublime. Como lenguas de oro intenso nos saluda a un borde del camino y sin apenas mover sus pétalos de terciopelo. ¿Cuantas veces nos deslumbramos con las banalidades de la vida por el mero hecho de que nos dejan atónitos careciendo de contenido y de mansaje? Comenzando a caminar por las primeras jornadas de este 2017 y me pregunto si todavía seremos capaces de asimilar la elocuencia de una palabra o la esencia de su mensaje. Meter nuestros buenos deseos en una botella para lanzarla al mar y que alguien la encuentre pasados los años en el confín del planeta no resulta tan ecuánime como traducir lo que esas lenguas de oro nos explican en la sabia sencillez de una flor.