Mirar el mundo desde arriba es una posición envidiable. Cuando viajamos en avión la experiencia nos sobrecoge a la vez que nos cuestiona lo insignificantes que somos en la totalidad del universo. Tal vez nos llame la atención sustraernos a la longitud del cuello de una jirafa que condiciona una vez más a la increíble posición que podemos llegar a tener desde el suelo. Mirando hacia abajo el mundo se nos antoja pequeño pero el espacio que media entre los humanos de una misma sociedad es quizás aún mayor y más frío que la distancia entre lo mundano y los ojos que nos contemplan y acompañan.