Algo tan sencillo como eso. El encuentro con la savia transparencia del agua nos remonta a parajes en los que alguna vez hemos estado y, en los que hemos sentido el salpicar de su agua en nuestra cara. En cualquier encrucijada de caminos siempre hay un jardín, siempre existirá esa fuente que refresca y condiciona nuestro caminar.