Apenas faltan ya unos días para que el rosa pálido tiña de color el paisaje. Los cerezos están a punto y el latir de la primavera emerge por caminos, parques y plazas. Las montañas dejarán escurrir las lágrimas de la nieve que se derrite por la subida de la temperatura. Las aves comenzarán su viaje y la luna se llenará el día 12 para iluminar un cielo distinto. Lo intuimos a la vez que lo sabemos pero según digo el maestro Einstein; «La mente intuitiva es un don sagrado y la mente racional es su siervo fiel; hemos creado un sociedad que honra al siervo y olvida el don». Ese «mal presentimiento» que en muchas ocasiones solemos sentir y nos asusta es donde las personas inteligentes suelen escuchar esos sentimientos. Vivimos en una sociedad que mide la inteligencia con test y con números. Pero la inteligencia emocional es la capacidad de entender y controlar nuestras propias emociones y también las emociones de los otros. Esa intuición que se suele presentar como un pálpito y sin mediar referente ni norma nos indica de un suceso o una toma de decisión. Igual de sutil que las flores del cerezo que en su envoltura nos hace presagiar acontecimientos próximos.