Asombrosamente nuestros pasos nos llevan a lugares que pareciendo inaccesibles hacen un guiño a nuestros ojos captando nuestra curiosidad. Cala, paraje recogido de la costa entre dos salientes que mece al mar con su bravura y baña de frescor sus rocas negras. Playa de Los Roques, en la costa del Puerto de la Cruz, lugar idílico para observar las puestas de sol y descorrer poco a poco la cortina de los amaneceres. Pero también lugar de misteriosa belleza que engulle al mar y sostiene con su brisa a las gaviotas. En ese libro abierto a todos los ojos que es la naturaleza debemos observar que en esas páginas está un cerebro que habla, pero si cerramos ese libro solo encontraremos a un amigo que espera. Olvidar que somos parte de ella siempre será ese alma que perdona y que siempre nos brindará una segunda oportunidad. Sin embrago si destruimos a esa obra nos daremos cuenta de que esa naturaleza llora y se deshace frente a nosotros. Merece la pena conservarla.