Sabía perfectamente lo que quería, lo que buscaba y lo que deseaba ver bajo sus alas. A pesar de que el hombre es cruel y trata de silenciar su deseo, su voz y sus sueños, la paloma estaba muy pendiente de lo que sucedía a su alrededor. A veces no encontramos respuestas dignas y transparentes para descifrar tanta mala idea, tanto egoísmo y tan poca sensibilidad. Somos vulnerables porque no hemos hecho la carrera de la maldad, frente al hombre, a los nuestros, a quienes dicen estar a nuestro lado y sin embargo ni tan siquiera nos merecen. Qué lejos están las buenas intenciones cuando se trata de anular una identidad propia, un estar seguro o simplemente un ser tú mismo. Si condiciones, ni trueque. Sin compras ni intercambios absurdos de algo tan trascendental como es la confianza. Se rompe el misterio, la magia, la devoción y el afecto con tan solo unas palabras sin sentido o una traición sin justificante. Somos como esas palomas que vuelan por el cielo, sobre el mar, que vienen a picotear algunas migajas de pan entre nuestros pies y sin embargo que lejos estamos de la realidad y la controversia del hombre que dice ser justo y va perdiendo los papeles a medida que camina por el mundo. Desde lo alto observa la paloma el estrecho camino de la coherencia, de la lealtad y de la avaricia. Todo en uno, como un abanico de metáforas que con el roce del la espuma del mar se evapora igual que un suspiro en el viento. Nada hay que lo compare porque siempre la paloma, en su vulnerable presencia, llega a encontrar el camino donde todo se ve y se condiciona.