«Antes me divertía con mis amigos, pero ahora existe internet»
Desde la «nube» podemos observar todo un mundo complejo a la vez que estimulante donde las autopistas de la información corren más veloces que el viento y la intimidad de las personas carece de puertas. Aunque parezca mentira lo hemos perdido todo, en lo privado y lo secreto porque no hay barreras para diferenciar lo uno de lo otro. Salvo que tengamos una buena contraseña y un fabuloso sistema de antivirus, estamos en lo que vulgarmente se dice «paños menores» y tan menores porque a la de cambio nos desarticulan nuestra vida y nuestros negocios. Y seguimos como si nada y cada vez más.
Cuando vamos en el autobús, tranvía o por calle, lo único que apreciamos es la coronilla de quienes van a nuestro lado o la espalda de los que están delante de nosotros, Los dedos se deslizan a velocidades de pánico sobre teclados y móviles para intentar ser aún más rápidos que aquel Capitán Trueno de los comics. Y en esa nube guardamos nuestro arsenal de archivos como nuestros mayores tesoros. Lo más triste de todo esto es que estamos introducidos en un mundo de silencio. Ya no hablamos solamente tecleamos, mandamos fotos y tan siquiera hemos mirado a nuestro alrededor (el paisaje, la reunión, la ciudad etc. ) Como estamos perdiendo la mayor y más valiosa relación con los demás llamada conversación, diálogo, apreciar ese rostro que nos cuenta sus problemas o que nos está haciendo partícipes de su alegría. No todo es tecnología porque la vida es mucho más que eso; es relación, complicidad y dar valor a lo que no se ve pero se siente. Pero atención no despistemos nuestro sentido de orientación no sea que el despiste nos juegue una mala pasada.