La belleza no hace feliz a quien la posee sino quien puede amarla y adorarla. Podemos amar pero también a algo. La naturaleza tiene todos los ases para atraer nuestra mirada, capturar nuestros sentimientos y hacernos ser mucho mejores. La belleza es ese flash que nos sorprende y nos arrebata, que nos confunde y que nos adiestra pero jamás podrá ser de nuestra propiedad exclusiva. Pertenece a todos, unos sabrán admirarla otros serán celosos de su poder. La belleza se puede destruir en un instante pero hemos de ser conscientes de que en ese instante estamos comprometidos todos y a todos nos afectará su destrucción mucho más de lo que creemos. Estamos crenado el pánico y el fuego es nuestra arma devastadora para cobrarnos resquemores y venganzas. Los únicos que salimos perjudicados somos nosotros con nuestra inconsciencia. Nuestras manos no son capaces de crear el mal, son nuestros cerebros los causantes de nuestros actos. Tal vez si entre ellas pudiésemos sentir en un momento la quemadura de una cerilla, entonces podríamos darnos cuenta del infierno que puede vivir todo un bosque. Pensamos en ellos un instante antes de creernos los héroes de la destrucción.